jueves, 6 de marzo de 2008

El GPS


Hoy he terminado una relación que esperaba fuese muy duradera y satisfactoria. Había puesto muchas ilusiones en ella y, sin embargo, una vez más, no ha podido ser. Pero tengo claro que esta vez la culpa no ha sido mía.
He querido confiar en alguien para que juntos encontrásemos esos lugares recónditos y escondidos en los que poder disfrutar de la soledad. Había depositado mil ilusiones en una voz que me guiase por los correctos caminos de la vida, con confianza ciega pero sin perder la lucidez. Y no ha podido ser.

Joder me he comprado un GPS que no me sirve para nada. Un aparatito de esos que además de la mejor ruta te van cantando los radares para aflojar un poco. Ahí mi primera duda: llamo al servicio técnico para que me concreten si es legal o no llevarlo, no vaya a ser que me casquen una multa que me cueste más que el cacharro.

Como no podía ser de otra manera, la respuesta del servicio posventa es del todo ambigua. Que si es legal, pero puedo incurrir en un delito de no sé qué, que se puede recurrir,…, vamos que me lo han dejado claro. Que si el GPS es bueno, que nadie ha tenido problemas y que tal y que cual.
No he entendido nada de lo que me han dicho, como podéis observar, pero me ha quedado claro que, ya que lo he comprado y tiene garantía, en caso de que pase algo les cuelo las responsabilidades a ellos.

Así que llega el momento de darle un poco caña al invento. Saco el soporte, lo adhiero al parabrisas de mala manera, me vuelvo loco para orientarlo correctamente y me aseguro de que no se me caerá encima en pleno trayecto.
Saco el cable del mechero, lo conecto al aparato y empiezo a trastear. La primera ruta algo sencillo, algo que haga todos los días. Pues no te digo que me empieza a mandar por las peores carreteras en vez de por la autopista. Cuando ya me canso de seguir sus femeninas instrucciones, el aparato se empieza a volver loco y deja de indicarme ningún recorrido, sólo me posiciona en el mapa el lugar por donde voy y no deja de parpadear. Parecía el típico tic de quien empieza a guiñar el ojo porque se ha puesto nervioso o no le haces caso.

Como a todo en esta vida, decido darle una segunda oportunidad. En este caso, osado de mí, le indico la dirección de una tienda a las afueras de la ciudad cuya ubicación concreta desconozco. Para eso está el GPS ¿o no?

Cuando llegamos al pueblo, el aparato me manda primero a un callejón sin salida entre pabellones industriales. Era el teórico punto de destino…pero no. No me queda otra que salir de ahí y seguir buscando y es entonces cuando la voz melodiosa que esperaba me acompañase para siempre me empieza a dar la tabarra con que dé la vuelta cuando pueda. Coño, cinco minutos con la cantinela. Le quité el alimentador, pero todavía tenía batería. Abrí la ventanilla y estuve a un tris de lanzarlo por ella. Pero al final pudo la cordura. Paré en el arcén en mitad de la autopista, lo apagué y lo guardé en su caja.

Ahora, con el corazón roto y las orejas gachas, pienso a quién le puedo regalar el infernal aparato, aunque no puedo dejar de pensar que haya hecho algo mal. A ver si se lo voy a regalar a mi jefe y le va a salir de cine. Aunque también puede que le vuelva loco, le pare la policía y se sienta un auténtico inútil como me ha pasado a mí.

Me lo estoy pensando.

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