
Cómo está el servicio. Salir a comer un día a un restaurante o lo que sea, de comida más o menos rápida, se puede convertir en una excusa de vigilia. No voy a empezar a criticar la formación de los camareros vengan de donde vengan. Todos hemos sido camareros alguna vez y algunos lo seguiremos siendo mucho tiempo.
Entramos en el típico restaurante con nombre yankee en el que el bacon, la mostaza y las patatas lo acompañan todo en el menú. Luego llega el momento de llamar al camarero, con sombrero de vaquero, para que nos explique algunos detalles sobre qué coño es picante y qué no, porque claro, uno tiene mala hostia y por tanto el estomago delicado. Pues no te digo que no sabía….Pienso que las empresas deberían de obligar a los camareros a comer alguna vez lo que se atreven a servir en las mesas. Este no era el caso.
Al final hay que tirar de lo sencillo, de la ensalada de lo que sea con tropiezos de vete a saber qué y la hamburguesa, pero cuidado con la carne porque si insistes en que esté muy hecha se te plantan con un amasijo de ceniza.
Bueno el caso es que sale la ensalada, que digo yo no vendría mal que pusiesen un par de platitos sin necesidad de pedirlos. Mientras tanto ya vamos dos coca colas.
A mi acompañante le sacan el segundo plato, unas costillas hundidas en salsa barbacoa…deberían de tomar medidas contra la anorexia animal.
Y mientras, en la mesa contigua, un camarero bien parecido, sin sombrero de vaquero pero con pañuelo rojo en la cintura, comienza a colocar baberos a las chicas que deberían de estar celebrando una despedida de soltera.
Tras esquivar alguna que otra mano y hacer mil chistes sobre los calores que le estaban entrando al anudar al cuello cada babero, finalmente tuvo que anunciar su condición de homosexual.
Menos mal que hubo algo de distracción porque mi hamburguesa seguía sin salir. Al final, y tras un buen rato, le agarro al camarero vaquero, que llevaba un buen rato haciéndose el orejas, y le pregunto dónde está mi hamburguesa. "Ah pues no se la había apuntado"…Coño tienes tres cosas que apuntar y se te olvida una, pues tienes un problema majo, uno al menos fácilmente detectable.
Así que paso de mi hamburguesa, pedimos la cuenta y se atreven a adjuntar la dolorosa con un papel para medir la satisfacción del cliente. Qué valor. Si llega a alguien ese papel algún día me sé de uno que va a comer sombreros de vaquero de por vida.
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